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lunes, 20 de noviembre de 2017

Episode I: The Phantom Menace.
 
 

Ambientada treinta años antes que "La guerra de las galaxias" (1977), muestra la infancia de Darth Vader, el pasado de Obi-Wan Kenobi y el resurgimiento de los Sith, los caballeros Jedi dominados por el Lado Oscuro. La Federación de Comercio ha bloqueado el pequeño planeta de Naboo, gobernado por la joven Reina Amidala; se trata de un plan ideado por Sith Darth Sidious, que, manteniéndose en el anonimato, dirige a los neimoidianos, que están al mando de la Federación. El Jedi Qui-Gon Jinn y su aprendiz Obi-Wan Kenobi convencen a Amidala para que vaya a Coruscant, la capital de la República y sede del Consejo Jedi, y trate de neutralizar esta amenaza. Pero, al intentar esquivar el bloqueo, la nave real resulta averiada, viéndose así obligada la tripulación a aterrizar en el desértico y remoto planeta de Tatooine... 
La llegada del Episodio I, dieciséis años después del estreno de 'El retorno del Jedi', una nueva película que venía a descifrar la Historia de 'La guerra de las galaxias' en su totalidad: los primeros pasos como Jedi del joven Anakin Skywalker, las Guerras Clon que dividieron la galaxia, el romance entre la Reina Amidala y Anakin (padres de Luke), la conversión de Anakin en Darth Vader y todos los etcéteras que le quiera uno poner... Lo que se esperaba entonces como un revulsivo infográfico que hiciera las delicias de los aficionados, empero, acabo por convertirse en un bluf en toda regla, y es que el brutal éxito de taquilla (tuvo unos beneficios de más de 400,000,000$) no logró enmascarar unos pobres resultados artísticos.


La plebe se rasgó las vestiduras: la historia era infantiloide, la pulcritud del píxel no lograba suplir la belleza de los FX artesanales de la saga original (será curioso ver qué Yoda prefieren los jóvenes de hoy en día: si el del disfraz verde de 'El imperio contraataca' o el generado digitalmente de 'La venganza de los Sith', el niño protagonista era insufrible, y ni entraremos en toda la polémica alrededor de JarJar Binks... En definitiva, un desastre. Parecía que George Lucas había perdido su varita mágica para concebir historias que calaran indeleblemente en el consciente colectivo. El multimillonario productor había subestimado a su público, había confundido el espíritu lúdico juvenil con la banalización de los personajes y la trama (un error que corregiría en los Episodios II y III virando su estilo hacia el barroquismo estético y la tragedia shakesperiana: tampoco funcionó), y lo que es más grave: cedió todo el poder a unos FX de última generación -buena prueba de ello es la espectacular carrera de vainas que homenajeaba a 'Ben-Hur'- por encima de un guión mínimamente creíble. 

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